Los cristianos en Jerusalén estaban muy tristes de que Stephen hubiera sido apedreado hasta la muerte. Era uno de sus mejores campeones, pero deberían haberlo esperado. Jesús había predicho que surgiría este tipo de persecución. “Serás llevado ante gobernadores y reyes por mi causa, como testimonio para ellos y para los gentiles”, había dicho Jesús (Mateo 10:18). La iglesia continuó sufriendo persecución en Jerusalén, y después de la lapidación de Esteban, las cosas fueron de mal en peor.