La peor noche de la vida de Jesús en la tierra había llegado. Los guardias del templo lo arrastraron del jardín atado como un criminal común. De vez en cuando uno de los guardias lo abofeteaba o pateaba, y si tropezaba y caía, lo ponían de pie nuevamente por el camino pedregoso. Bajando por el camino desde el jardín lo condujeron, a través del Valle de Kidron y a través de las puertas de la ciudad.