Un día, cuando Jesús estaba en el templo, contó una historia muy interesante. Los líderes religiosos de Jerusalén estaban allí vestidos con toda su ropa fina, pero también había mucha gente común y corriente. Jesús sabía que la mayoría de los sacerdotes y fariseos pensaban muy bien de sí mismos. En lugar de depender de Dios para su salvación, dependían de sus propias obras. También creían que Dios los amaba más que cualquier otro grupo de personas.