Había un centurión viviendo en Cesarea cuyo nombre era Cornelio. Él y su familia fueron sinceros en su adoración a Dios. Aunque no sabían nada acerca de Jesús, Cornelio dio algo de su dinero para ayudar a los pobres, y él era un hombre de oración. Un día, alrededor de las tres de la tarde, mientras oraba, un ángel de Dios se le acercó en una visión. “Cornelio, Dios escucha tus oraciones y ve las cosas buenas que has hecho para ayudar a los pobres”, dijo el ángel.
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