Jesús acababa de terminar otro día de predicación y enseñanza en Judea. Cada palabra que habló mostró amor e inspiró esperanza en los corazones de los hombres y mujeres que escuchaban. Las madres trajeron a sus hijos a Jesús. Qué hermosa escena tuvo que ser. Los niños se reían cuando Jesús les dio un abrazo y los invitó a sentarse en su regazo para poder poner sus manos sobre ellos y bendecirlos.