David se detuvo en la puerta de la fortaleza del rey en Gabaa. El día era triste y el cielo estaba nublado. Las nubes caían bajas dando a la fortaleza una mirada fría y solitaria. Lo habían llamado a la corte real del rey porque podía tocar la lira o el arpa, como algunos lo llamaban. Alguien que lo había escuchado tocar debía haberlo recomendado a los asesores del Rey, porque aquí se le pedía que jugara para el rey.